Parece ficción, como sus libros, que James Graham Ballard haya nacido en China, sin embargo así es. Nació en 1930 y fue hijo de padres británicos.
Cuando en la Segunda Guerra Mundial fue encerrado en un centro de detención japonés escribió “El Imperio del Sol”, la misma que luego Steven Spielberg llevara al cine.
Aquí narra como transcurrió parte de su infancia en el campo de prisioneros de Lunghua, en la ciudad de Shanghái. Así describió su primigenia pulsión de muerte.
En sus relatos iniciales aparecía una especie de país ideal, pero decrépito al mismo tiempo. Su nombre era Vermillion Sands, una ciudad balnearia adaptada a contener personajes estrafalarios y pintorescos.
En su libro “Huracán cósmico”, un vendaval arrasa el planeta. Ballard cuenta como ese desastre natural deja muerte a su paso, pero un puñado de personas sobrevive y renace la esperanza (aquí es donde Ballard no siempre es muy enfático).
Posteriormente llegó “La sequía”, publicado en 1964. Obviamente, los ríos desaparecen y el mundo se vuelca a la única posibilidad concreta, los océanos. Los residuos tóxicos han logrado producir una capa que tapa los mares, los impermeabiliza, por lo cual su agua no se evapora y el fenómeno de “la lluvia” tal como la conocemos ya no existe.
“El mundo de cristal”, publicado en 1966 se desarrolla en una selva, la cual podría ser el remedio milagroso que busca un científico para curar la lepra. Sin embargo este paisaje está amenazado, él es testigo como la flora y la fauna se transforman en cristal y así toda la vida que la selva contiene perece.
Varios libros continuaron delineando su camino de escritor. Pero siempre relacionado a las catástrofes naturales.
“El hombre imposible” está conformado por relatos (ocho en total) que le dan la característica de antología. En ellos se conjugan el drama y la acción, el poder y el deseo, lo mental y lo emocional, el alma y el pensamiento.
Su cuento final es el que otorga el nombre al texto “El hombre imposible”. Ballard describe como la medicina, por medio de técnicas sofisticadas, es capaz de eternizar la vida. Esa prolongación infinita permite que a Conrad puedan implantarle una pierna de otra persona, la cual sufrió un accidente automovilístico. Curan su cuerpo, pero se enajena su mente. Singularmente un relato “ballardiano”, reflejo de todo un estilo.
James Graham Ballard fue ensayista y escritor de cuentos, pero sobre todo fue novelista.
El avance de la tecnología y su contexto social lo obsesionó. El futuro fue su gran clásico. Descubrió como armar una arquitectura literaria asentada en el psicoanálisis y el surrealismo.
Su lenguaje exquisito traspasó puertas y unió voluntades (lectoras) que lo admiraron a través de su obra. Ellas anticiparon catástrofes, detectaron perversiones y perdida de valores siempre cercanas al deterioro de la naturaleza, asistidas por la mano del hombre.
Imaginó el futuro como un plano aburrido, pero también dijo que el único futuro que le interesaba eran los próximos “cinco minutos”.
Sus novelas fueron composiciones artísticas combinadas con elementos diversos: ciencia, política, cultura, catástrofe ecológica, tecnología, comportamientos patológicos, muerte y atrocidades.
“Como todos los purgatorios, la playa era una zona de espera, y las interminables extensiones de sal húmeda estaban succionándolos y reduciéndolos al núcleo más duro de ellos mismos. Estos nodos minúsculos de identidad centelleaban a la luz del limbo, la zona de nada que esperaba a que ellos se disolvieran y derritieran como los cristales que se secaban al sol”. (“La sequía” James Graham Ballard).