Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Parece extraño pensar que Juan Rodolfo Wilcock nació en Buenos Aires y fue uno de los mas importantes escritores de la “década del 40”, si tenemos en cuenta que su vida y obra se reparte entre Londres y Roma. Un verdadero ejemplo de transculturación.

Cuando era muy joven trabó amistad con Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Ya siendo adulto y viviendo fuera de nuestro país delineó el concepto que había atesorado de cada uno de ellos: “Estos nombres, fueron la constelación y la trinidad de cuya gravitación saqué, especialmente esa leve tendencia, que puede advertirse en mi vida y en mis obras, a elevarme- aunque modestamente por encima de mi gris, humano nivel original. Borges representaba el genio total, ocioso y perezoso; Bioy Casares, la inteligencia activa; Silvina Ocampo era, entre ellos dos, la Sibila y la Maga que les recordaba en cada movimiento y en cada palabra (suyas) la singularidad y el “misterio” del universo. Yo, espectador inconsciente de este espectáculo, quedé para siempre deslumbrado y conservo el recurso indescriptible que podría conservar, justamente, quien tuvo la felicidad mística de ver y oír el juego de luces y sonidos que constituye una determinada trinidad divina”.

Además fue un traductor exquisito, ya que manejaba a la perfección el idioma inglés, alemán, francés e italiano.

Este último fue su favorito a la hora de llevar a cabo su obra.

Quizás la mas popular haya sido “El ingeniero” (el mismo se recibió de ingeniero en 1943 y trabajó en la construcción del ferrocarril trasandino, luego abandonó la profesión para dedicarse a la literatura) donde narra como un joven ingeniero llega a Mendoza complacido de haber abandonado al fin, Buenos Aires.

Escribe cartas (las cuales estructuran el texto) a sus parientes quienes responden las misivas y gracias a ellos se entera de lo que acontece en su antigua ciudad de residencia.

Además de describir su vida cordillerana deja al descubierto que no ha sido muy bien recibido ya que un clima de celos, peleas y envidia invade el paisaje mas allá de la frescura del viento, las flores negras de Polvareda y la nieve eterna.

Su libro “El caos” fue publicado en idioma italiano en 1960 y posteriormente (1974) en su versión en español. Este compendio de cuentos se encargó de abrir con verdadera magia y misterio la puerta para que persistieran temas que fueron recurrentes (las trampas imprevisibles, lo fantástico, la burla, la crueldad y el humor ácido) dentro de su amplio camino literario.

Su obra marginal y original no ha sido traducida aún en su totalidad, solo podemos realizar una inmersión sobre algunas de ellas. Casi en su totalidad fueron producidas originalmente bajo el idioma del Dante.

El “Libro de los Monstruos”, publicado en italiano en 1978 se convirtió en su obra póstuma.

Aquí la fantasía y la mitología crean un mundo donde los relatos huidizos se acercan a la fábula.

La transformación de sus personajes nos hace recordar a “La metamorfosis” de Franz Kafka.

El jefe de la oficina de correos del “Libro de los Monstruos” va mutando de a poco hasta convertirse en una bola de pelos, el cual reparte cartas hasta mas allá del horizonte conocido.

Así Wilcock logra desatar el terror y el rechazo sobre este personaje, sin dejar de lado que es la propia monstruosidad la que vive y convive en el corazón de los hombres.

Su literatura abarcó el orden natural mas inquietante, pero sin escaparle al poder y la capacidad de terror dentro del mundo Wilcock. Sin dudas, un autor  poco conocido, para explorar.

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