Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Se definía a Clarice Lispector como una verdadera hechicera literaria, quizás por ello fue invitada al Congreso Mundial de Brujería hace ya más de cuarenta años. Este se realizó en la capital del país donde nació el realismo mágico, Colombia. En aquella oportunidad un crítico de ese país afirmó que ella no usaba las palabras como una escritora, sino que lo hacia como una bruja.

Esa mágica mujer nació en Ucrania por pura casualidad, ya que su familia había emprendido viaje a Brasil; escapando del hambre y la persecución racial.

Su verdadero nombre era Chaya Pinkhasovna Lispector. Su primera residencia fue en la ciudad de Recife y posteriormente en Río de Janeiro. Allí estudió Derecho y emprendió su riqueza literaria apoyada en algunos periódicos y revistas.

En la facultad conoció a su futuro esposo (el diplomático Maury Gurgel Valente), debido a la profesión de este vivió en varias ciudades europeas. Cuando retornó a Río en 1949 retomó su actividad periodística. En 1959, ya separada y con dos hijos publicó su primer libro de cuentos “Lazos de familia”.

Sin duda esta fue su época más fecunda. Posteriormente contempló la luz editorial “Una manzana en la oscuridad” (1961) y en 1963 su libro más icónico “La pasión según GH”.

Con su estilo modernista Clarice cuenta la vida de una mujer que vive en un magnifico barrio de Río, acude al armario de la habitación de su empleada y descubre una cucaracha, la invade la repulsión, el rechazo y el terror.

GH (de la cual no sabemos el nombre completo) es una escultora de clase acomodada. 

Luego de este episodio toma varios caminos simbólicos que la llevarán a entender la importancia de la belleza y lo estético en su vida. Pero también en ese andar se dará cuenta que ya no quiere lo que tiene sino que  pasará a apreciar lo que es. Así como artista y ser humano deja de anhelar la perfección. El intenso esfuerzo por dominar su vida hace que se aleje de la felicidad cotidiana y busque su estado más puro.

Tal vez recordemos aquí, solo por asociación libre “La metamorfosis” de Franz Kafka.

“La hora de la estrella” (1977) fue el último libro que se publicó. Cuenta la historia de Macabea, una joven mecanógrafa que trabaja en Rio de Janeiro pero que es originaria de una de las zonas más postergadas de Brasil (el noreste). Esta muchacha queda huérfana y es acogida por una tía, pero esta muere e inicia su verdadera historia, cargada de falta de recursos, aspiraciones y felicidad.

Hasta aquí podríamos argumentar que Clarice Lispector confirió un giro hacia el realismo. Pero como con esta escritora nada es tan obvio ni lineal, encontramos a un extraño personaje Rodrigo MS, el cual no solo es testigo de los sucesos que envuelven a Macabea sino que relata en primera persona los acontecimientos asociados a ideas de muerte y frustración (“Sí, estoy apasionado por Macabea, mi querida Maca, apasionado por su fealdad y su anonimato total, pues ella no existe para nadie”).

No menos importantes son los personajes secundarios como Olímpico de Jesús, un trabajador metalúrgico que galantea con Macabea, pero termina dejándola por Gloria, la cual el único atributo que muestra es su voluptuosidad. O Madame Carlota, una especie de adivinadora del futuro ayudada por las cartas (así predice la muerte de Macabea) la cual logra ascenso y poder social gracias al ejercicio de la prostitución. Todos ellos representan un conjunto de seres perturbados, sin capacidad crítica, que viven de una forma presumida en relación con su condición social.

En diciembre de 1977 esta escritora fascinante fallece en Río de Janeiro. Su necesidad de escribir estaba basada en lo vital de este acto, así confesó que escribir “es una maldición porque obliga y arrastra como un vicio penoso del cual es casi imposible librarse, pues nada lo sustituye. Y es una salvación. Salva el alma presa, salva a la persona que se siente inútil, salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba”.

“Lo que te estoy escribiendo no es para leer, es para ser” (Clarice Lispector).

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