La literatura como parte del arte aspira a la belleza. Ella puede ser concebida utilizando como vehículo a la palabra.
La sensaciones y percepciones que nos invaden como lectores u observadores, constituyen a las letras humanas como parte de la estética de la belleza en su doble senda, la subjetiva y la objetiva. Incluye lo que sentimos al leer y aquello que se nos ofrece textualmente, lo sometido a lo histórico y crítico de lo escrito.
Así entendida la literatura, producto de un escritor o escritora que han estado inmersos dentro de un proceso social, una tradición estética y cultural.
Como las demás disciplinas del arte, la literatura también ha pretendido acercar su representación sobre los ideales de belleza.
En la Edad Media la fuerte influencia del cristianismo quedaba representada por los juglares y trovadores aportando poemas y villancicos. El amor galante lo era todo.
Ya durante el Renacimiento, el concepto de belleza estaba ligado a la exaltación de la dama que se cortejaba.
Al transitar por el Barroco, esta época de crisis, pobreza y corrupción; trae elementos más prácticos y hasta burlescos sobre lo encantador.
La perfección e idealización de la musa inspiradora descienden en buena parte de los poemas. Tanta atención puesta en la mujer fluctuaba entre el halago y el asedio.
En “Historia de la Belleza” de Umberto Eco, el autor realiza un detallado análisis del concepto de ideal estético desde la Grecia antigua. En este ensayo, el escritor y crítico literario italiano, (quizás más popularmente conocido por sus novelas “El nombre de la Rosa”, “El péndulo de Foucault” y “El cementerio de Praga”) se pregunta: ¿A qué se considera belleza, cómo nació y evolucionó este concepto?
Este texto presenta exquisitas reproducciones de grandes obras de arte, no obstante en el prólogo Umberto Eco aclara que no es este un libro de arte (o música o literatura). Sí parte del concepto que “la belleza nunca ha sido algo absoluto e inmutable, sino que ha ido adoptando distintos rostros según la época histórica y el país”, apoyándose en la mirada meramente subjetiva.
Este catálogo de imágenes ilustra no solo la belleza del cuerpo humano, sino el encanto de la naturaleza, los animales, los astros, la luz, las flores, las piedras preciosas y hasta el atractivo de Dios y del Diablo. Para estas descripciones y análisis no solo se sostiene en los escritos de los filósofos, teólogos, científicos y místicos de la época, sino que refleja como percibían la belleza los más desamparados.
Este cautivador ensayo desde lo sensorial e intelectual deambula por Grecia y llega a nuestros tiempos.
Pero Umberto Eco también escribió su libro antagónico a “Historia de la Belleza” y fue “Historia de la Fealdad”. Es decir, nos invita a recorrer ambos caminos.
Del mismo modo grafica la belleza en sentido simbólico desde el Egipto antiguo con ojos apasionadamente rasgados, la armonía integral y completa de Grecia y sus cuerpos proporcionados, elevados a la categoría de arte. La mitificación de la mujer de cabellos como el sol y tez blanca, próxima a la pureza de la Edad Media. El equilibrio del Renacimiento, los lunares postizos y el colorete de la época barroca. La llegada del corsé, para mostrar caderas anchas y tobillos finos en el siglo XVIII.
Más cercano a nuestros tiempos, ya en el siglo XX, reparamos en las revistas femeninas y la mirada de la mujer ejerciendo y requiriendo amplitud de derechos políticos, sociales, laborales y cívicos.
Tengamos siempre presente que en las diferentes épocas lo bueno y lo bello eran sinónimos cabales. Quizás por ello tanto esfuerzo colocado en la perfección subjetiva y exterior de estos tiempos. Acaso desandando ese camino nos permitimos cuestionar con énfasis las convenciones y estándares de belleza. Ni la belleza, ni la fealdad son conceptos inamovibles. Todo es relativo. Hoy se buscan nuevos horizontes y muy atrás quedaron los preceptos clásicos de belleza y fealdad.
