La Legislatura fueguina sancionó por unanimidad la suspensión del Artículo 1° de la Ley Provincial N° 101, que prohíbe la caza, comercialización e industrialización de pinnípedos, cetáceos, guanacos, zorros colorados y aves silvestres. La polémica decisión abrió un debate en la provincia donde intervienen especialistas en ciencias naturales, sociedades protectoras de animales y la población en general, que se manifiesta en las redes sociales.
La resolución, que estipula el plazo de un año, habilita sólo la caza de guanacos, una de las pocas especies propias del ecosistema fueguino.
A la espera de la promulgación o el veto por parte del Ejecutivo provincial, hubo repercusiones –la mayoría en contra- de habilitar la caza.
Hace más de dos meses, El Copérnico dio detalles sobre la prueba piloto en Santa Cruz, sobre esta especie, y la primera exportación de 20 toneladas de carne de guanaco hacia la Unión Europea.
Sin embargo, esa experiencia todavía parecería bastante lejana, considerando, por ejemplo, la cantidad de ejemplares que residen en Tierra del Fuego, la cual aún es inexacta –restan conocerse los estudios del Censo Nacional Agropecuario- pero ronda entre los 40.000 y 50.000; un número significativo que habita, particularmente, entre el Lago Fagnano y el Cabo Espíritu Santo, excluyendo la Península Mitre y la zona cordillerana del sur de la provincia.
En comparación con la provincia santacruceña existe una elocuente diferencia: se calculan entre 1.200.00 y 1.500.000 en el territorio donde la caza legal se encuentra habilitada y pretende extender la cadena productiva.
Para los especialistas en el tema, como uno de los miembros del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET), el Doctor en Ciencias Naturales, Adrián Schiavini, las principales dudas radican en el proceso de faena del animal y, fundamentalmente, la falta de control del Estado en la que podría desembocar la situación.
En esa dirección, Schiavini aseguró a FM Masters que “hay dificultades para controlar el cuatrerismo en el ganado doméstico (ovejas, vacas)” y esas condiciones podrían trasladarse a las especies silvestres como el guanaco.
Por otra parte añadió que, si la intención es reducir el número de guanacos para agrandar el ganado ovino, son otros los factores que desalentaron su desarrollo y no la presencia masiva del camélido.
Tres factores son los que Schiavini describe para derribar ese mito: la capacidad disminuida de la vegetación para sostener el ganado; las secuelas de la erupción del volcán Hudson –que afectó a toda el ganado de la región patagónica-; y el progresivo calentamiento ambiental, que se combinó con la reducción de precipitaciones y generó menos pasturas y, en efecto, menos comida.
La otra preocupación de la parte científica es en torno al proceso de faena y los respectivos controles bromatológicos del producto.
“No se sabe si (la caza) se hace de forma controlada, hace cuánto fue, dónde y qué cuidados tuvo (el producto) para llegar a una carnicería”, explica Schiavini.
“El guanaco es un recurso que puede ser utilizado tanto en forma extractiva (carne y cuero), en forma no extractiva (turismo y actividades de observación) o bien para la esquila como en Mendoza o Río Negro”, añade.
El énfasis, sin embargo, está en la “capacidad de parte del Estado para controlar la extracción de un recurso natural que es de acceso público (porque no está retenido en un predio determinado)”; caso contrario se genera un “mercado negro”, que carece de datos sobre los individuos retirados y el futuro de la población de la especie.
La comparación con el castor también resulta bastante alejada: la especie implantada sí está considerada como una plaga y su caza está formalizada en el marco de un programa de manejo que pretende, junto al país vecino de Chile, erradicarse.
La discusión en la provincia continúa recibiendo aportes de distintos sectores mientras, en lo administrativo, el Ejecutivo deberá definir si promulga o veta la sanción de la Legislatura.
