Julio marca un momento importante para la vida de todo aficionado de la NBA: la agencia libre. Aquí es donde nuestro equipo favorito se refuerza, se reciben a los novatos y se empieza el trabajo de pre-temporada. Este año fue noticia el cambio de escenario para unas cuantas estrellas; LeBron abandonó el frío de Cleveland para disfrutar unos cuatro años del calor en California: será un Laker hasta 2022. Para el oriundo de Akron todo es parte de un plan, tiene una chance más en buscar el anillo mientras cambia de aires y se muda a Los Ángeles, ciudad donde tiene dos casas. Si la cosa no va bien podrá terminar su contrato el mismo año que Bronny (su hijo, hoy en la secundaria) entraría al Draft de la NBA; padre e hijo podrían jugar en el mismo plantel aunque sea un año.
El cimbronazo que se genera cuando una superestrella cambia de equipo lleva a una serie de movimientos secundarios: jugadores veteranos en busca de un anillo se desplazan cual trabajadores golondrina siguiéndolos. Los Ángeles se trajo a jugadores como Rondo, Stephenson y McGee por contratos de un año para potenciar el talento joven y a su flamante incorporación. Para más de uno la liga volvía a tomar algo de color, recordemos que los actuales bicampeones, los Warriors, barrieron en las finales. James en los Lakers hace que el Oeste sea más salvaje que nunca: con al menos 11 equipos peleando por 8 plazas. Renueva la rivalidad histórica con los Celtics; equipo donde Irving, ex-compañero de LeBron, decidió relocalizarse.
Un aire rejuvenecido rodeaba la NBA hasta que anoche se anunció la firma de contrato entre DeMarcus Cousins y los Golden State Warriors. Por alrededor de 5 millones, bajo una excepción de medio nivel, los de el área de San Francisco y Oakland se hacían con el pívot más dominante de la liga. Si, DeMarcus viene de una lesión del tendón de Aquiles y va a estar parado por unos meses, pero no deja de ser el quinto All Star en un equipo que hoy domina la liga. No sólo molesta al fanático general que Golden State haya juntado el primer equipo donde tres jugadores promedian por encima de 25 puntos (Curry, Durant, Cousins) desde los Celtics del 73 con Bill Russell, sino que lo hayan hecho por una suma ínfima como lo son 5 millones anuales. En el mercado abierto un jugador como Boogie, como le dicen cariñosamente a Cousins, puede valer entre 4 o 5 veces eso. El pívot que supo pasar por Sacramento y Nueva Orleans prefirió el proyecto deportivo y la chance de ganar un anillo al dinero, lo cual es entendible, pero denota que el sistema de balance de la NBA lleva un tiempo roto.
Para muchos la NBA fue una de las ligas más igualitarias en lo que respecta a oportunidades. Los equipos reciben a los nuevos jugadores en un orden inversamente proporcional a lo bien que les fue la temporada anterior. Los peores tendrán la chance de recibir a las futuras estrellas: pensemos que los Jordan, los Durant, los Bryant fueron una bocanada de aire en franquicias que no estaban pasando por un gran momento. Después tenemos el sistema de límites salariales: aunque se ha ido complejizando con los años y se requiere a un verdadero mago con los números para entenderlo, la premisa es simple: todos tiene un límite blando después del cual pagan impuestos altísimos y un límite duro que no deberían pasar salvo las excepciones. La crisis del 2009 y la renegociación de los derechos de transmisión llevó a limitar los gastos para que las franquicias más pequeñas no se vieran en desventaja contra los mercados gigantes como Nueva York o Los Ángeles.
Los Warriors son un poco hijos de ese momento; con un equipo que comenzó siendo conformado a través del Draft, donde jóvenes talentos como Curry, Thompson y Green fueron la bandera de un proyecto de básquet distinto: los jugadores sin posición. Con Kerr a la cabeza y algunos veteranos rodeando al equipo supieron llegar a un anillo y unas finales. El problema de la concentración de poder arranca con la decisión de Durant, que abandona Oklahoma y firma un contrato con los Warriors. El problema no es que resigne dinero, sino que va a un equipo que venía de obtener en temporada regular 73 victorias; los mejores de la liga se hacían con una superestrella sin perder nada a cambio. La liga se ganaba un nuevo villano y los que pregonamos por un básquet más parejo (o al menos más entretenido) nos reunimos detrás de LeBron como el héroe que con un equipo viejo y sin una segunda espada podía dar batalla. Durant era el malo de la película que rompió con el balance.
La narrativa había cambiando: el jugador que demostró que los equipos de estrellas podían funcionar en Miami, cuando se reunió con Bosh y Wade era ahora lo único que obstaculizaba a los Warriors de volverse una dinastía. Como vimos las finales pasadas; los de Golden State están en otra categoría, solamente fueron incomodados, ni siquiera exigidos, por los Rockets. James entendió que un cambio era necesario y Cleveland ya no era la mejor opción, por lo que partió al Oeste, pero casi como una reacción instantánea la situación se volvió aún más compleja: los mejores (y por mucho) sumaron otra excelente pieza.
Los fanáticos se sienten decepcionados: creen que la liga es previsible y a los jugadores les falta sangre. Prefieren irse a jugar con sus amigos y tener una chance “fácil” para el anillo en vez de liderar un proyecto. De Durant dijeron que era una víbora, de Cousins que es un vago: va a jugar la mitad del año, tomándose su recuperación con mucha calma, y tendrá una chance más que buena de competir por un campeonato. Hoy la liga concentra al 90% (siendo generosos con el 10% restante) de sus estrellas en la conferencia del Oeste. El Este es históricamente más débil pero hoy hay un vacío de poder, los que tomarán la posta son los equipos jóvenes que no han mostrado un nivel por encima de unos Cavaliers, que el año pasado, tenían un solo jugador. Es probable que las finales de conferencia del Oeste sean mucho más entretenidas que las de la liga, como lo fue la temporada pasada.
La NBA actual fue pensada con el afán de equilibrio y darle una chance a todos los mercados, sean grandes o pequeños. Actualmente, está rota: jugadores se siguen aglutinando en una zona geográfica y optando por menos dinero pero mejores condiciones deportivas. Será un trabajo titánico pero la liga deberá evaluar formas que, sin restringir la libertad de los jugadores, permitan un torneo apasionante y competitivo; dado que unos años más de palizas por parte de los Warriors afectarán gravemente el rating y el ingreso de dinero.