Los haikus o haikús conforman todo un estilo poético. Técnicamente es un poema breve formado por tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, que no poseen título ni rima, basados en la regla principal de apelar a lo simple, pero son mucho más que esta apretada definición. Refieren fuertemente a la relación del espíritu con la naturaleza, inspiran el reflejo del mundo interior dependiendo del universo y así afloran los sentimientos para adentrarse en la más profunda tradición japonesa que actúa como el eje espiritual de la liberación del alma. Apreciar los cambios de estación es el deseo prioritario de los haikus como creación artística de la cultura japonesa y compartir la belleza con los vecinos que rodean al escritor o haijin. Esta tradición se ha extendido por más de cuatro siglos. Según el estudio de la lingüística (ciencia que se dedica al estudio científico de la estructura de las lenguas naturales y del conocimiento que los habitantes poseen de ella) el idioma japonés tiene una capacidad superior de descripción de los cambios climáticos en particular y de la naturaleza en general, superior a las lenguas occidentales (incluyendo al español).
Una vez el Dr. Robert Epstein (conocido psicólogo y escritor de la Universidad de Harvard) afirmó que el “buen haiku hace maravillas en el alma cansada”. Por lo que puede considerarse su escritura, un arte casi terapeútico.
Los japoneses lo valoran como un medio para dar forma y sustento a su tristeza, su felicidad, su valentía y su amor poético, basados en el contexto que los rodea.
Cuenta la historia popular que los apegos más inconfesables y misteriosos también tenían relación con los haikus, ya que los jóvenes ponían sus palabras de amor en la forma de este lenguaje tradicional en papel. Ellos eran colgados de un cordel en los cerezos florecidos, si la amada veía su nombre lo retiraba y de este modo aceptaba simbólicamente la propuesta del enamorado. Si bien se sabe que los haikus de amor no eran lo más común.
Pero como todo relato popular no se tiene certeza absoluta, si el verdadero origen y propósito de la escritura de estos se encuentra atada a algo tan terrenal como la predilección o a razones más profundas como lo son la contemplación de la naturaleza y su relación con quien realiza esta acción.
Este género traspasó todos los límites del pueblo nipón y apasionó por igual a escritores y poetas de todo el mundo.
En nuestro país podemos mencionar a Jorge Luis Borges (1899-1986) que luego de su primer viaje a Japón publicó el libro “La cifra” en 1981 con exactamente 17 haikus , número que coincide con las sílabas que componen un haiku (¿coincidencia o intención?). Ellos se basan en la naturaleza y el fugaz paso del tiempo como la poética formal que le dio origen.
“Callan las cuerdas/La música sabía/lo que yo siento.”
En Uruguay Mario Benedetti (1920-2009) publicó “Rincón de haikus” en el año 2000, afirman los analistas literarios que fue prolijo en su métrica, sin embargo recibió una crítica despiadada ya que apelaba sistemáticamente a momentos concretos o sensaciones como idea preconcebida y los haikus, desde su origen se direccionan hacia un género más universal. Sin embargo a pesar de su subjetividad, realizó una aproximación o adaptación a ellos.
“Por si las moscas/hay profetas que callan/su profecía”
En México el célebre escritor y ensayista Octavio Paz (1914-1998) quien fuera en 1990 Premio Nobel de Literatura, publicó en 1981 ”Tres momentos de la literatura japonesa”. Cuando escribió haikus su forma y métrica fueron netamente japonesas pero su contenido fielmente mexicano. No sólo fue autor de haikus sino además fue traductor. En 1957, junto al japonés Eikichi Hagashiya realizó la traducción de la obra “Sendas de Oku” de Matsuo Basho (es considerado el padre de del género (1644-1694) y su principal discípulo fue Yosa Buson (1716-1784) quien continuó con el legado de su maestro).
Entonces caben algunas interpelaciones sobre este tema como: ¿Qué tienen que ver los haikus con nuestros poetas? o ¿Puede este género típicamente japonés crear arte literario en una cultura tan lejana y diferente como la occidental?.
Así podríamos expresar que con sus más y sus menos los escritores de habla hispana hicieron del orientalismo un nuevo elemento de la escritura latinoamericana, un género que se va haciendo más conocido y poco a poco va uniendo Oriente y Occidente.
Ponderamos así que se ha tomado la palabra como vehículo de intercambio entre las emociones y el contacto con el espíritu avasallante de la naturaleza. Aunque la poesía japonesa, cimentada en la construcción colectiva, puede parecer para nuestra lectura occidental como incompleta, fragmentada o efímera. Es cuestión de darle una oportunidad a un estilo diferente. Así en estas tierras y en tan sólo diecisiete sílabas se adapta y brilla el lenguaje poético.