Periodista de Tierra del Fuego.

Hace apenas unos días hablábamos del rol de la inversión privada, buscando desmitificar de alguna forma el rol de los empresarios en el desarrollo productivo de una provincia. En su momento hicimos foco en la Clínica San Jorge, ubicada en Ushuaia, y el rol preponderante que tomó con el inicio de la pandemia y el posterior incendio del Hospital Regional de Ushuaia, supliendo las propias falencias de infraestructura e inversión estatales. En este caso, me gustaría seguir la misma línea, la de ver que las cosas se pueden hacer bien, nombrando otro caso emblemático: el del Cerro Castor.

Todo comenzó allá por 1999, cuando este centro de esquí abría sus puertas en un esquema de concesión por parte del estado provincial, hasta llegar a convertirse hoy en uno de los puntos característicos en la oferta turística de Tierra del Fuego y uno de los mejores en el mundo en su rubro. Hoy el Cerro no es sólo un punto de atracción para los miles y miles que visitan la ciudad de Ushuaia y la provincia, sino un espacio preparado para atender las necesidades y requerimientos de los deportistas de alto rendimiento, con pistas homologadas por la Federación Internacional de Esquí, estando ubicado a sólo unos kilómetros de la capital provincial.

En algún punto de nuestra vida en la Provincia, hemos pasado por el Cerro, practicado algún deporte invernal, o si son como yo más adeptos al paisaje y el buen comer, conocido alguno de sus 8 puntos gastronómicos. Aunque las instalaciones son muy lindas y se nota la inversión con tantas pistas, aerosillas y el complejo de cabañas y spa con el que cuenta el Cerro Castor, quizá lo más importante es que es una gran fuente de trabajo para la ciudad de Ushuaia y un punto de referencia que atrae, al menos previo a la pandemia, a turistas de todos los rincones del mundo. Lo han visitado estrellas de cine, músicos famosos y también esquiadores de élite, que vienen a entrenar durante el verano europeo, aprovechando su ubicación extrema. Si bien este centro de deportes invernales, dado que cuenta con el snowpark más grande de Sudamérica y una pista de patinaje, está fundada en la verdadera maravilla natural que nos ofrece el Cerro Krund, cuenta con una importante inversión tanto en instalaciones, como equipamiento y personal.

¿A qué quiero llegar con esto? Que no obstante de cuán atractivo y propicio sea un lugar, sino hay un respaldo de inversión detrás, no tiene la misma relevancia. Imaginar un Cerro Castor con menos pistas o menos ofertas de recreación sería pintar un panorama totalmente distinto de lo que es vacacionar en Ushuaia. Si la inversión de la nieve artificial no existiese, hablaríamos de trabajos temporarios más que de un emprendimiento que se sostiene a lo largo de casi todo el año. En un país que tiende a pensar en las experiencias de fracaso y donde el acuerdo entre Estado y privado falla, también es loable rescatar las experiencias exitosas y que al prosperar generar toda una nueva ola de empleos indirectos e inducidos. El Cerro Castor, en definitiva, es uno de esos casos positivos, como lo es el “Trencito del Fin del Mundo” o los catamaranes en el Canal Beagle. Son apuestas de privados que a lo largo de los años se han vuelto en elementos tangibles que suman oferta de servicios a un destino que siempre ha luchado contra la estacionalidad y las visitas relámpago. Así, un proyecto que tiene 22 años continúa creciendo y abriendo nuevas oportunidades para fueguinos y fueguinas.

Podríamos enlistar los servicios del Cerro, los reconocimientos internacionales que tiene pero no son el objetivo final de este artículo: el objetivo es demostrar que las cosas se pueden hacer bien y hay casos que comprueban la hipótesis. En un mundo convoluto, donde las ideas extremas sobre la propiedad parecen abundar y muchos aprovechan para hacerlas eje de campañas electorales, parece sensato recalcar las bondades de los puntos medios y el pragmatismo. Si algo funciona, hay que intentar replicarlo, entendiendo que el privado juega un rol importante en la vida productiva de una sociedad, no solo generando la famosa plusvalía que deja sin sueño a más de uno, sino potenciando un mercado, generando empleo genuino y aumentando las arcas estatales.

El Cerro Castor, independientemente de la posición que tomemos referido a las concesiones estatales y el usufructo de patrimonios naturales, se ha instalado como uno de los puntos emblemáticos y a no perderse a la hora de visitar Ushuaia, así como un centro invernal de los mejores del mundo, un poco por su ubicación y condiciones climáticas y otro poco por el trabajo de inversión que la empresa ha realizado en el área. Estos casos, como los de la Clínica, el Tren, los Catamaranes y el Cerro deberían dejar en claro que cuando hay voluntad y planificación, se puede tener infraestructura de los niveles más altos, generando un círculo virtuoso económico alrededor de un emprendimiento.

El Cerro puede ser una iniciativa privada, pero debajo de esas pistas de nieve prístina y lujosas vistas subyacen cientos de familias, trabajadores de la empresa, de los transportes que salen de los hoteles en dirección a él, de operadores turísticos y hoteles. Para ellos, el Cerro Castor es ese primer motor inmóvil que mueve sus emprendimientos, sus locales de ropa invernal, los kioscos del centro de la ciudad y las cafeterías, que abre oportunidades para trabajar en la ciudad, siendo parte de su identidad como destino turístico y un punto más en este mosaico de ciudad que le presentamos al mundo. En Tierra del Fuego las cosas se pueden hacer bien, es cuestión de saber donde mirar.

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