Periodista de Tierra del Fuego.

En los últimos días ha sido noticia el avance chileno sobre la soberanía marítima, con lo que la Cancillería llamó un intento de “apropiarse” de una parte de la plataforma continental argentina, en claro desacuerdo con el Tratado de Paz y Amistad de 1984 y la ratificación de 2009 de Naciones Unidas de la soberanía marítima propuesta por Argentina. Ahora, casi en un redoble de apuesta, Chile impulsará en Puerto Williams, a sólo unos 50 km de Ushuaia, un puerto tanto para embarcaciones turísticas como científicas. ¿Intenta Chile “sacar” del negocio antártico a Tierra del Fuego?.

El anuncio realizado por el gobierno chileno sobre lo que será la obra portuaria más importante del país, llega en un momento delicado cuanto menos entre las dos naciones. Con la obra iniciando en los próximos días, se espera su finalización para fines de 2022, haciendo que una nueva oferta de recalado sea un competidor directo para el puerto de Ushuaia. Si a ello le sumamos los anuncios de Punta Arenas y Malvinas, las perspectivas no parecen del todo buenas. Sin querer ser fatalista, la apertura de un puerto en lo que es técnicamente la urbe más austral del mundo, dejaría de ser solamente un golpe al puerto, sino a la marca Ushuaia, algo sobre lo que se ha trabajado sobre décadas para instalar en el mundo.

Este problema podría recrudecerse aún más, si a la par de la obra de Puerto Williams, se sumasen mejoras en la conectividad terrestre entre Punta Arenas y la primer ciudad, generándose un nuevo circuito productivo y turístico que más que complementar al de Tierra del Fuego, podría ser suplementarlo. Ante estas dos noticias, separadas apenas por unos días, creo que la postura nacional de “es solamente Piñeira en campaña” puede ser bastante desacertada. Si Chile, que se encuentra en una mucho mejor posición económica, con facilidad para recibir inversión extranjera directa y tratados de libre comercio con buena parte del mundo gracias a la Alianza del Pacífico, avanza en esta línea no sería descabellado hablar de una pérdida real de mercado. En criollo, nos “van a comer” si las condiciones siguen siendo las mismas.

No obstante de estar planificada una ampliación del puerto de Ushuaia y que las escalas son bastante diferentes (Ushuaia proyecta un muelle de 550 metros mientras Puerto Williams uno de 150 metros) estamos hablando de un competidor directo con probablemente mejores precios y mayor acceso a bienes y servicios internacionales a meros kilómetros de casa. Esta lógica de obras portuarias en Punta Arenas y Puerto Williams, más un reclamo injustificado sobre la plataforma continental, en algún punto hablan de un intento de expansión sobre el sur del Atlántico. Más logística, más áreas de soberanía y, una presión en el negocio portuario que se traslada a tener mayor peso a la hora de hablar sobre formas para llegar a la Antártida. Sería necio, y hasta subestimando el ingenio chileno, no analizar los posibles escenario no pensando en mañana o el 2021, sino en el 2030, 2040 y más adelante aún.

Alguno podrá tildarme de exagerado, aludiendo a la fuerza de la marca Ushuaia, sus años como líder del turismo antártico y base logística para la llegada al continente blanco. Mi punto, o al menos el que intentado demostrar en estas breves líneas, es simple: Chile tiene su mirada puesta al sur y tiene unas cuantas ventajas comparativas a la hora de hacer negocios. Pensar que otro puerto no será un problema es, en algún modo, minimizar al “adversario” comercial. Hoy Ushuaia posee casi un monopolio en lo que refiere a servicios logísticos hacia la Antártida, pero ¿Que pasará cuando iniciativas como la británica y la chilena empiecen a funcionar?.

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