Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, prometió un cambio en campaña contra su rival Donald Trump. “Volver a abrirse al mundo” fue uno de los pilares que consolidó su victoria. Hoy, en una conferencia medioambiental virtual, redobló la apuesta anunciando una redución en las emisiones de carbono del 52% para el año 2030.

Si bien el anuncio no es vinculante, muestra un camino hacia una economía verde. El mandatario aseveró que para 2050, la economía del país sería neutra en lo que refiere a gases de efecto invernadero. De la reunión, donde participaron Vladimir Putin, Xi Xinping y otros tantos líderes mundiales, se pudo ver un claro interés de los Estados Unidos en desmarcarse de la gestión anterior, donde Trump abandonó el Acuerdo de París, así como incentivar metas más agresivas por parte de los otros involucrados.

El enfoque ambicioso del líder americano responde a una lógica bastante sencilla: buena parte de su base de votantes responde al lineamiento político impulsado por otros demócratas como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez, impulsores del famoso Green Deal que terminó truncado hace unos años. Desde el riñón del presidente entienden que la agenda climática es de gran importancia para la sociedad y, avanzar con la misma, podría resolver otro tipo de problemas como la desocupación: las energías verdes requieren más mano de obra que las hidrocarburíferas.

Ya en la gestión de Barack Obama, donde se desempeñó como vicepresidente, Biden apoyó la transición hacia una economía sustentable. Allá por 2015 Obama prometió reducir para 2025 entre un 26 y 28% las emisiones de carbono, algo que el mandatario norteamericano decidió duplicar. Si bien, como mencionamos antes, los Estados Unidos no están obligados a cumplir la meta, es un mensaje, tanto a las empresas métodos energéticos tradicionales, como al resto de los países.

No muy atrás se quedó China cuando Xi Xinping anunció un “desarrollo verde” apuntando a la neutralidad de carbono para 2060. Es necesario aclarar que la matriz productiva china se encuentra en otra etapa de desarrollo y la producción aún crece a ritmos inconcebibles desde este lado del globo. Putin, a cargo de Rusia, también prometió una “campaña a larga escala” en lo que refiere a eficiencia energética y modernización en materia medioambiental. Así siguieron la línea la República de Corea, recalcando que no financiarán nuevos emprendimientos de extracción de carbón fuera del país y Alemania con una reducción del 55% de sus emisiones en comparación a 1990. El mensaje de los líderes mundiales fue claro: hay que adelantar las metas y pensar en una economía más sustentable para el final de la década.

Biden con este plan de inversión en energías verdes que costará más de 2.000 billones de dólares intentará generar los puestos de trabajos que se reemplazarán, hoy dependientes del carbón y combustibles fósiles, entendiendo que muchos estados tienen economías dependientes de los mismos, lugar donde Trump se hizo fuerte en su victoria contra Hillary Clinton. La apuesta, al ser al largo plazo, le permitirá potenciar a los estados del Estados Unidos profundo, lugar donde no es tan popular a comparación de las grandes urbes y las costas.

Otro punto interesante, pensando más en nuestra región, fue la postura de Brasil. Jair Bolsonaro, parece haber cambiado su postura de “amigo de Trump y de los combustibles fósiles” a medioambientalista en un santiamén. Ya con poco apoyo en su avance sobre el Amazonas, prometió alcanzar la neutralidad de gases de invernadero para 2050, adelantándose 10 años. No obstante de prometer erradicar la deforestación ilegal antes de 2030, volvió a un viejo discurso sobre una compensación acorde al “brindar servicios ambientales”. Para Bolsonaro, aunque haya cambiado el foco internacional, lo primero son los negocios.

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