Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

En Argentina, la agenda política es esclava de los trending topics. Lo que es tema hoy, mañana queda guardado en un cajón; lo que será el tema de debate el día de mañana, es un misterio. Hace algunos días que las declaraciones de Ginés González García sobre la preparación para las elecciones PASO venían resonando en mi cabeza. Hoy, escándalo de vacunatorio VIP mediante, el tema, lejos de estar definido, ha salido de la lista de prioridades.

Hace algo de cuatro días, el por entonces ministro de Salud de la Nación, decía que “no están dadas las condiciones para votar en agosto”. La frase, disparó en la oposición reclamos y protestas, justificándose principalmente en que durante el pico de la pandemia en el año pasado, se realizó la votación de ciudadanos bolivianos residiendo en el país. ¿Está el gobierno usando la pandemia para evitar un resultado electoral desfavorable? ¿Quizás el riesgo es demasiado alto para un sufragio que no define nada y cuesta muchísimo dinero?.

En política, y más en Argentina, ninguna pregunta tiene una respuesta tan sencilla. Si bien es cierto que el gobierno nacional se encuentra golpeado por la crisis económica y sanitaria que atraviesa el país, más si contamos que el plan de vacunación viene postergado y la “discrecionalidad” de la entrega de dosis es un escándalo que está el rojo vivo, hay otras variables en juego. La votación que se toma como referencia, la realizada en el país por ciudadanos bolivianos, lejos está del volumen de nuestro padrón. Si a esto le sumamos lo poco que podemos prever del impacto de las nuevas cepas y que para agosto transitaremos la temporada invernal; son muchos los factores que pueden agravar los contagios.

Lo más irónico de la situación, es que hoy, quiénes protestan para sostener las PASO, son los mismos que querían quitarlas previo a la elección de 2019. En contraparte, podríamos decir que los oficialistas hoy, quieren remover o postergara las PASO, pero en 2019 las defendían a capa y espada. Las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, creadas allá por 2009 buscaban funcionar como una especie de internas abiertas para los partidos, y poner un piso a las listas que se podrían presentar en las elecciones generales. En 11 años de vida, han demostrado aportar poco y nada al juego de la democracia y servir, más que nada, como una encuesta general que “prepara” a los partidos para los resultados de octubre. En 2019, con una victoria estelar del binomio Fernández-Fernández, terminaron de cavar la tumba de Juntos por el Cambio y forzaron al presidente Macri a iniciar un fallido intento de “remontada”. Si bien las PASO sirven de filtro para las listas que se presentan, su carácter de internas no es algo general a todos los partidos, dado que muchos optan por listas de unidad.

El problema no es si las PASO son o no son un buena idea o al menos una útil, sino que sus detractores y defensores cambian según las necesidades de los partidos. Juntos por el Cambio hoy ve una oportunidad de capitalizar en el enojo de la sociedad contra la gestión de Alberto Fernández y por eso, pretende que las mismas se lleven a cabo, sin ser un factor determinante las condiciones sanitarias. Por el otro lado, el gobierno sabe que tiene más que perder con el resultado, por lo que las considera un riesgo innecesario. Las PASO, como herramienta democrática, terminan siendo vapuleadas por la coyuntura política. No importa el gasto de 13.000 millones de pesos que conllevan como principal razón o cómo podría generar un nuevo pico de contagios: lo importante es no perder.

Si bien una parte de la oposición se ha mostrado con una postura favorable al oficialismo, otra se ha mostrado claramente en contra. La cúpula de Juntos por el Cambio, o al menos las figuras de mayor peso como Horacio Rodríguez Larreta, Rodolfo Suárez y Patricia Bullrich, no verían con buenos ojos cambiar las reglas del juego político en un año electoral.

En el caso provincial, pareciese que hay un acuerdo tácito para seguir la postura presidencial. Los intendentes y el gobernador, aunque en distinta medida, mantienen un vínculo de cercanía con diversos sectores del oficialismo. Algunos estarán más cerca de la figura del presidente, como es el caso de Melella, mientras que otros, los intendentes, responden a la vicepresidenta y al jefe de bancada en la Cámara de Diputados, Cristina Fernández y Máximo Kirchner respectivamente. En esta situación en particular, parece que el Frente de Todos tiene una postura unificada contra las PASO, sea postergarlas u optar directamente por no hacerlas este año. Si bien cuentan con el apoyo de casi todos los gobernadores, los distritos de Mendoza y Ciudad de Buenos Aires siguen reacios al acuerdo.

Poco sabemos sobre lo que pasará de aquí a agosto, y si el cambio de la figura del ministro de Salud, hará que haya un giro sobre la postura ya establecida. Por ahora, el tema quedará en los cajones de las principales oficinas gubernamentales del país, por lo menos hasta que el vacunatorio VIP cumpla su ciclo de noticias. Lo que podemos intuir, es que el panorama no será el mejor: la llegada de las vacunas y la inoculación viene muy por detrás de lo anunciado por Alberto Fernández a principios de año y las variables de nuevas cepas siempre pueden complejizar la tasa de efectividad de las dosis ya diseñadas. Independientemente de si las PASO se hacen o no este año, sería interesante comenzar a pensar en protocolos sanitarios y de distanciamiento que se adapten al proceso electoral; quizá distribuyendo los sufragios a lo largo de varios días o pensando los esquemas por grupo de riesgo. Suspender o aplazar no solucionará el problema principal: tenemos que convivir con el virus. Si la vacunación sigue al ritmo actual, será un tiempo más largo del prometido para volver a pensar en «normalidad».

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