Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

El aumento en contagios posterior a las fiestas y de una franja etaria específica, de 20 a 35 años, impulsó una medida que ya se había visto en otros países. El presidente, Alberto Fernández, junto con un comité de especialistas, decidió optar por la restricción de circulación en todo el país entre las 23 y 5 horas, buscando desbaratar las fiestas nocturas que, según interpretaa el gobierno, son el principal foco de contagios. En esa misma línea se establecerá un piso mínimo de contagios para las excepciones que distintos gobernadores realizaron y se volverá a iniciar causas judiciales a los infractores, multas y secuestro de vehículos, en un estilo más acercado al inicio de la cuarentena allá por marzo y abril.

La medida, como casi todas las que toma el Estado, es reaccionaria. Hay un nuevo pico de contagios y el foco de los mismos parecen ser los más jóvenes, principalmente los que están de vacaciones en la Costa Atlántica. El gobierno, que ve quebrado el contrato social y el no cumplimiento de las normas, optó por endurecerse.

El problema principal es uno: el gobierno fue quién rompió el contrato con la ciudadanía, lo que vemos ahora no es más que a la gente siguiendo el ejemplo de nuestros líderes políticos. Durante buena parte de la cuarentena vimos funcionarios juntándose a comer, viajando y “habilitando” concentraciones de personas: podemos hablar de la oposición y las marchas anti cuarentena, como del Día de la Lealtad y los reclamos de organizaciones sociales en la capital del país. El punto de quiebre no obstante, vino después. El 25 de noviembre, con la muerte del campeón del mundo Diego Armando Maradona, un aluvión de gente invadió la Plaza de Mayo para celebrar su vida. El gobierno, decidió que era una situación que “no podía evitar” y liberó lisa y llanamente la calle para que la gente pueda acceder al velorio. Independientemente del fiasco de seguridad que permitió a barrabravas entrar a la Casa Rosada y las posteriores represiones, para muchos argentinos ese día quedó demostrado que la cuarentena varía según la cara del consumidor. Vimos lo mismo repetido en el Congreso con las manifestaciones Pro-vida y Pro-aborto en dos ocasiones: la sesión de Diputados y la de Senadores.

Si hacemos el cálculo, en un mes tuvimos: el funeral de Maradona con más de un millón de personas en la calle, las dos marchas por la ley del IVE, que supieron congregar gente no sólo del AMBA sino grupos provinciales que militaron a favor o en contra del proyecto. Como por si fuera poco, le sumamos los festejos navideños y de Año Nuevo, donde es factible que al menos un miembro del grupo familiar que se reunió, hubiese sido asistente a alguno de los eventos antes mencionados. No obstante, los medios nacionales hicieron foco en los jóvenes festejando en plazas o las fiestas en la Costa Atlántica, como si fuesen el origen de todos los males. No me malinterpreten, las fiestas están mal, principalmente porque tiramos por la borda un esfuerzo conjunto de varios meses, pero es reduccionista y ridículo que el gobierno transfiera la culpa a los pibes.

Si mientras por un lado el Ejecutivo pregona el cuidado por sobre todo y la importancia de cuidar las vidas ¿por qué por el otro habilitan concentraciones de numerosas personas? El caso de Maradona claramente, al velarlo en la Casa Rosada y no optar por una cancha de fútbol, habla de un uso político del evento. Terminó saliendo mal, porque hasta el presidente se fue insultado cuando la velación fue cortada prematuramente. La ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo y su tratamiento fue algo puramente impulsado por la gestión actual, aún sabiendo que su tratamiento y votación llevaría a muchísimas personas a la calle. ¿No hubiese sido más sensato tratarla en unos meses, cuando la vacunación estuviese avanzada? Quizás, y sólo quizás, había una necesidad de cambiar el foco de las noticias y atribuirse una victoria de algo prometido en campaña. Independientemente de lo que pensemos de la ley, no tiene mucho sentido pasar 9 meses en cuarentena para luego liberar la calle y congregar a miles y miles en varias ocasiones. Después, en esa misma línea de doble moral, se nos recalcó evitar contacto con gente por fuera de nuestra burbuja en las fiestas, algo lógico y entendible, pero que es obviamente incumplido por la sociedad que ve al Estado no predicar con el ejemplo.

Mucho se habló de la “necesidad social de desahogo” en el caso del funeral de Maradona, a lo que yo me pregunto ¿No había necesidad de desahogo por parte de aquellos que se quedaron sin su trabajo o su negocio durante los primeros tres meses de pandemia?. Todos nos vimos afectados por la crisis sanitaria y económica, en mayor o menor medida. Si bien es cierto que Maradona para muchos fue un hito en la cultura argentina, tomar una postura pasiva ante semejante concentración demuestra que el plan viene luego del evento, y no al revés como debería ser.

Durante todo este período de los que están a favor y los que están en contra, siempre, tanto desde los medios como desde el propio gobierno, han aparecido “culpables” a los cuales apuntar. Primero fueron los “runners de Palermo”, cuando por primera vez se liberaron las actividades físicas. Luego, quedó demostrado que la posibilidad de contagio de los mismos, si es que cumplían con los protocolos, no era mayor que de otras actividades. Pasaron por esa lista los opositores, que han sido en muchos casos funcionales a las diversas manifestaciones a nivel nacional durante los días feriados, oponiéndose al gobierno y las medidas sanitarias. Ahora, son los que se fueron de vacaciones a la costa. Las fiestas al aire libre eran algo que se veía venir. Si sumamos gente joven que lleva encerrada muchos meses, alcohol y esa misma “necesidad de desahogo” de la que hablaba el gobierno, nos vamos a encontrar contagios y muchos más transmisores del virus. Si vamos al protocolo de turismo, bastante pobre vale la pena aclarar, vemos que en realidad no es un protocolo, sino una serie de buenas prácticas para las instituciones turísticas. ¿Nadie previó en 10 meses de trabajo para reactivar el turismo que esto podía pasar?.

Otro punto a mencionar es el impacto económico que tendrá en la industria hotelera y gastronómica la restricción a la circulación nocturna. En un año que se facturó menos de un tercio de lo normal, y en el que muchos empresarios esperaban recuperarse en el 2021, tendrán serias limitaciones a la hora de ofrecer servicios nocturnos. Más aún, sabiendo que la medida se aplicará pero no ha visto cómo estará redactada, dando poco tiempo para planificar. Las cenas serán, al parecer, más temprano, o en los departamentos y casas alquiladas.

Lo cierto es que no hay una segunda cuarentana por dos razones: la gente no la respetaría, principalmente por el disgusto que generó la primera y las necesidades económicas, y porque no está el dinero para las asistencias sociales de emergencias, léase IFE y ATP. Por eso, optan por restringir la circulación a una franja horaria. En lo que llevo escribiendo esta nota de opinión, me imaginé cuál será el nuevo negocio de los promotores de fiestas: incentivar las “previas” en las casas, donde los jóvenes cumplirían este nuevo DNU del gobierno y comenzar las fiestas como afters pasadas las 5 de la mañana. El problema no es si es de día o de noche, sino que la gente, o al menos un porcentaje considerable de forma muy visible, no respeta la autoridad gubernamental. Perdieron la confianza en las medidas de una cuarentena general sin divisiones por distrito que se sobre-extendió en varios puntos del país.

Argentina es un país de gran tamaño, con concentraciones de población bastante extendidas, y es por ello, que las medidas de cuarentena general a la europea, aunque útiles para el centro del país que las establece, no tienen lógica para las provincias. Si miramos las curvas de contagios vemos que distritos como el AMBA iniciaron y se sostuvieron, otros como Tierra del Fuego pasaron buena parte de la cuarentena sin casos y otros como Formosa se sumaron a los infectados cuando la cuarentena estricta estaba terminando. Aquí volvemos a lo mismo: mientras hablamos de federalismo, las decisiones se toman en y para Buenos Aires. Más que culpa del gobierno nacional, que piensa en el volumen mayoritario de la gente, la responsabilidad cae en los gobernadores que emulan decisiones y no plantean políticas propias.

Este rebrote o nuevo pico de enero responde a una multiplicidad de factores, no es exclusivamente la fiestas de la Costa que han elevado los casos. El relajamiento del Estado al ejercer la ley, combiando con su aprovechamiento político, abrió las puertas a un incumplimiento más visible y masivo en todo el país. Si a ello le sumamos la noticia de la vacuna, quizá para algunos el COVID-19 ya no es algo para preocuparse.

Desde mi lado solamente puedo decir que no hay que ser reduccionistas o no hacerse cargo de los errores cometidos. Desde el “me preocupa más el dengue” de Ginés González García y las declaraciones juradas para evitar la entrada del virus, hasta los exabruptos de la oposición que se sacaba fotos con gente quemando barbijos. Una vez superada la crisis habrá que hacer un análisis profundo de las medidas tomadas y las incumbencias de cada uno de nosotros, que hemos cumplido más o menos dependiendo el caso, de los protocolos impuestos. El problema de no medir con la misma vara es algo que excede la crisis del COVID en el ámbito de la política, pero podría ser un punto de inflexión para comenzar a ser más justos y menos ventajistas.

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