Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

En el primer día del año comenzó a regir el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Reino Unido. Después de 4 años del “divorcio” más grande del mundo, ambas partes pudieron cerrar una negociación express, para evitar un quiebre total de las relaciones comerciales entre los distintos territorios incluidos en la Unión Europea y las islas británicas. Un punto que no pasó desapercibido, pero a partir de ahora comenzaremos a ver su impacto real, es la exclusión de los territorios de Ultramar en los nuevos acuerdos.

Las Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, junto con otros territorios como Anguila, Islas Caimán, Santa Helena, Islas Vírgenes, Bermuda y las Islas Turcos y Caicos, quedaron por fuera del acuerdo comercial y ahora deberán hacer frente a los aranceles que el resto del mundo paga para acceder a los mercados europeos. Según trascendió de las negociaciones, la postura de no inclusión de estos territorios fue impulsada desde la Unión Europea y no era negociable. Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, destacó que “no serán olvidados” y habló de planes a largo plazo, pero lo cierto es que este cambio tiene un grave impacto económico para los territorios de Ultramar, sobre todo las Islas Malvinas.

El problema para los kelpers es esencialmente económico. Las islas tienen una generación de recursos y exportaciones derivados de la pesca casi exclusivamente. Alrededor del 40% del PBI de las Islas deriva de esta actividad, la cual tiene como punto de destino, en un 94%, los mercados de la Unión Europea. A partir del primer día del año, ya sin esa tasa cero que disfrutaban, hablamos de un 6% a 16% en aranceles, sin hablar de controles fitosanitarios que pudiesen surgir en un futuro. Otro punto interesante son las ayudas económicas: Malvinas percibió entre 2014-2018 casi unos 6 millones de euros desde el Fondo de Desarrollo Económico Europeo. Sin el paraguas de la UE, Malvinas demuestra ser un territorio aislado de Reino Unido, con una economía derivada de la explotación de recursos naturales, de la cual se benefician principalmente no los isleños, sino el gobierno central ubicado en Londres.

Ahora Argentina, podrá tomar una postura un poco más intensa a la hora de reclamar la soberanía de las Islas del Atlántico Sur, basándose principalmente en los argumentos que hemos expuestos, combinados con las resoluciones previas de ONU y los documentos históricos de la ocupación inglesa.

Los kelpers han quedado en una situación bastante compleja: el territorio no se sostiene por sí mismo y desde Londres les han dado evasivas. Johnson y su gabinete se han enfocado en resolver los problemas de Reino Unido, dejando claro que los territorios de Ultramar son enclaves para la extracción de recursos y los ciudadanos británicos de los mismos reciben un trato diferencial. En los casos de Turcos y Caicos, Bermuda e Islas Vírgenes la economía pasa más por el turismo y recibe visitantes no sólo europeos, sino por su prestigio y paradisíacos paisajes, de todo el mundo. El caso de Caimán casi que no hace falta mencionarlo: es el paraíso fiscal elegido por mega millonarios y cuanto negocio dudoso se nos ocurra. El caso de Malvinas es más complejo: el único país que tiene cerca es el que reclama por su legítima restitución y se encuentra en un área de poco tránsito marítimo que le permitiese desarrollarse como un enclave logístico.

Hoy, con el aniversario de la ocupación inglesa de 1833 recién transitado ayer domingo 3, parecía correcto hacer mención a los posibles impactos que tendrá el nuevo acuerdo entre la Unión Europea y Reino Unido en nuestras islas. Este, es otro pequeño paso en la dirección correcta: Argentina tiene una causa nacional en Malvinas que trasciende colores políticos y coyunturas partidarias. Desde la vuelta de la democracia, el país ha intentado avanzar en la recuperación de las Islas por la vía diplomática, haciendo foco en las recomendaciones del Comité de Descolonización de ONU, así como sumando apoyos regionales siempre que es posible. La asimetría de poder entre Reino Unido y Argentina es notoria: hablamos de uno de los países más ricos del mundo, con una de las fuerzas militares más imponentes y con un asiento con derecho a veto en el Consejo de Seguridad. Como ha quedado demostrado a lo largo de los años, la ONU a algunos países recomienda y a otros impone. Ellos son de la primer categoría, mientras que nosotros pertenecemos a la segunda. No obstante, ahora ya sin la inclusión de las Islas Malvinas en los acuerdos, se puede realizar un trabajo para sumar voluntades en la Unión Europea para nuestra causa. Será un trabajo de hormiga y llevará su tiempo, pero brindará apoyos más amplios y de mayor peso al reclamo nacional.

Aún es temprano para realizar evaluaciones del impacto económico, financiero y de control real del Reino Unido que las Islas tendrán, más cuando los números de todos los países se ven alterados por el COVID-19 y la recesión que provocó en 2020. No obstante, será algo sobre lo que habrá que encontrarse vigilante y analizar las estrategias que presenta la diplomacia argentina.

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