Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Un sin número de títulos descansan sobre la próspera fuente de inspiración del escritor peruano Mario Vargas Llosa. Pero tal vez la importancia y originalidad de “Pantaleón y las visitadoras” radica en la singularidad de dotarla como una real sátira.

Vargas Llosa en el prólogo del libro escribe: “La historia está basada en un hecho real- un “servicio de visitadoras” organizado por el Ejército peruano para desahogar las ansias sexuales de las guarniciones amazónicas-, que conocí de cerca en dos viajes a la Amazonía en 1958 y 1962, magnificado y distorsionado para convertirse en una farsa truculenta, (…) intenté al principio contar esta historia en serio. Descubrí que era imposible, que ella exigía la burla y la carcajada. Fue una experiencia liberadora que me reveló – ¡sólo entonces! – las posibilidades del juego y el humor de la literatura.”

Pero fiel a su estilo Vargas Llosa no sólo juega y se burla de la situación y su contexto sino que además revela eventos reales pero incoherentes.

Esta novela consta de diez capítulos donde el General Pantaleón Pantoja (el cual existió y en cierta ocasión llamó al escritor para conversar con él sobre cómo había conocido su historia, pero Vargas Llosa leal a sus costumbres literarias, consideró que aquello haría perder la mística de su personaje, con lo cual nunca se concretó la entrevista) es ascendido a Capitán y destinado junto a su esposa, Pochita y la Señora Leonor, su madre, a otro destino. Allí se decide que tendrá una misión especial y trabajará en secreto.

Sus superiores consideran que los soldados apostados en la Amazonia viven en malas condiciones pero ponen el foco en “la falta de mujeres”.También se justifica desde la institución las persecuciones y violaciones continuas a mujeres de los poblados cercanos.

Esos Generales imaginan que creando un servicio de “visitadoras” los problemas tendrían una solución mágica. La denigrante misión de organizar tal “servicio” estará a cargo de Pantaleón. Ahora ese hombre sin vicios, el cual llevaba una vida ordenada; cambiará sus hábitos y su madre y esposa lo notarán.

Esa misión adquiere un espacio físico, a fin de atender a la tropa, pero con el tiempo se ampliará y perfeccionará hasta disponer de un barco.

Este “servicio” dejará de ser un secreto cuando un locutor (El Sinchi) de Iquitos lo hace conocer y desata una verdadera campaña moralista pseudocristiana.

Pero los sucesos se complicarán mucho más aún, ya no solo sabrán de “Pantaleón y las visitadoras” en el pueblo, sino que luego de un asalto al barco de las mujeres, una de ellas (Olga la brasilera) muere al ser rescatada por el ejército y se la entierra con honores. Por supuesto la institución militar niega la existencia del “servicio”. Llega el fin de la misión y en consecuencia la carrera del propio Pantaleón.

Pantoja había llegado tan lejos con su organización que creó un estado paralelo al que antes de caer, la gente de la ciudad, lo llamaba Pantilandia.

Cuando su imperio decae también lo hace el humor de la obra y renace la hipocresía del ejército que por una parte organiza un servicio de prostitución y por el otro lo desconoce dejando sospechas en sus comunicados que se trataba de una iniciativa civil.

La realidad y las apariencias contribuyen a enlazar toda la obra. Por un lado alguien que parece inexpugnable como Pantoja presenta a una mujer ideal, la cual lo cuida con devoción y por otra parte Olga, la brasilera, era su “relación oculta”.

De este modo la obra muestra el modelo típico en el que las únicas salidas posibles para las mujeres eran el casamiento o la prostitución.

Así esta novela cuenta con la liviandad para dibujarnos una sonrisa, pero también sondar en el doble juego de las instituciones y el lugar que ocupan en la sociedad.

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