Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Difícil es imaginar una “oveja feroz”, sin duda el adjetivo es más cercano si se trata de pensar en el despiadado y cruel lobo que aparece en los cuentos, fábulas y leyendas.

Katja Lange- Müller se encarga de delinear la visión de un Berlín fragmentado y el salto del muro como único futuro posible, plagado de un amor dañino, virulento. Así lo viven Soja y Harry. Ella rememora que existe y habita un cuerpo que ya no es. Él, un ex presidiario adicto entre otras cosas a la heroína. Cuando muere, a modo de infortunio pleno y explícito, deja un diario íntimo donde Soja observa con zozobra que no es nombrada ni tan solo una vez.

Ella era una berlinesa oriental que había traspasado todos los muros, literalmente, de la mano de una huida hacia el lado occidental (al igual que lo había hecho Katja Müller).

Pero Soja sabe internamente que fue la planificadora del proyecto de recuperación para conseguir la desintoxicación de Harry. 

Se convirtió, con sus matices, en su acompañante terapéutica. Estar desatendida y desvalida, solo cobijada por la calle, la vuelve dura, férrea e inflexible: una verdadera “oveja feroz” que despliega con palabras sus emociones ante el lector. Pero clausura el amor y desafía la cobardía.

“Me había ido porque no quería estar en casa cuando mi Berlín Oriental y nuestro Berlín Occidental se esfumaran; temía esfumarme yo misma y desaparecer; por eso había preferido desaparecer e irme a otro lugar. Ser una extraña en dos ciudades que no podían seguir siendo lo que eran, y que nunca se convertirían en aquella ciudad que Berlín alguna vez fue, sino algo nuevo…” (Ovejas feroces).

La belleza de Soja también ha ido mutando como su Berlín amado y con ese cambio llega la esperanza, pero también la muerte a manos de la enfermedad de la adicción traída por la prosperidad y el crecimiento. Harry y sus sueños fenecen y ella comprendió ese amor como un verdadero y soñado film.

Tal vez Harry solo fue un fantasma que existió en su imaginación, ni una sola línea en su diario íntimo dedicado a ella.

Lange – Müller relata la vida a un lado y otro del muro. Una alemana del este y un ex presidiario de Berlín Occidental. En verdad Katja nació en Berlín Oriental en 1951, ciudad que abandonó recién en 1984 (gracias a un convenio de Derechos Humanos de la ONU). Esa República Democrática Alemana tenía como miembro del Comité Central del Partido Comunista a su madre y su padre. Este último era un alto directivo de la televisión estatal (la única televisora que existía). 

Katja comenzó a escribir después de su exilio, como en su vida Soja y Harry unieron dos mundos bien diferentes, el del amor y la oscuridad.

Llegando prácticamente al final de la historia Soja dice:” Luego llegó el día en que otra vez cambiaron muchas cosas, pero ninguna mejoró, aunque tampoco fue como mi fantasía histérica lo había pintado (…)”.

Así el Este cambiaba pero también era parte de las vidas que continuaban igual.

El miedo a dar ese salto definitivo y final sembraban en Soja el autoengaño, la resignación y hasta cierta pereza para interrogarse sobre sus ideas. 

No había nadie a quien culpar porque no quedaba nadie, ni siquiera Harry.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here