Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

Mientras Estados Unidos y China continúa su ya prolongada guerra comercial, en una danza de sanciones y suspensiones de las mismas, el resto del mundo intenta dejar la posición expectante de comentaristas y empieza a intentar capitalizar los espacios que los dos gigantes del comercio dejan abiertos.

Para los países de Latinoamérica (México, Brasil y en menor medida Argentina) gestionan con el gigante asiático cubrir una nueva demanda en los productos primarios o derivados: granos, aceite de soja y principalmente carne vacuna. A su vez, los emergentes de Asia (Malasia, Tailandia e India) intentan instalar en Estados Unidos sus bienes intermedios industriales. El caso mexicano suma algunas incertidumbres por los posibles aranceles que los bienes industriales, las maquilas quedan sujetas a la decisión de Trump hacia los bienes que provienen de su vecino del sur.

Ahora Argentina y Brasil, en una visita del presidente Jair Bolsonaro a nuestro país, parecen haber acelerado la marcha para concretar un acuerdo que está a las vueltas desde la conformación del Mercosur: un tratado comercial con la Unión Europea. Por las propias características del Mercosur los países no tienen la capacidad de negociar por sí mismos acuerdos comerciales; por lo que consensuar tasas comunes con el viejo continente debe pasar por el organismo.

Con algunos idas y venidas, principalmente por los lineamientos políticos de los distintos gobiernos que tanto Argentina como Brasil han tenido desde la conformación del mercado común del sur, el proyecto ha tenido arranques y parates, pero parece que con posturas aunadas podría tener un principio de acuerdo en la próxima reunión técnica en Bruselas.

Ahora, con ambas economías en recesión y un mundo que apunta hacia los aranceles y tasas, parece ser que hay mayor voluntad política desde Mercosur. Las mayores dificultades pasan por convencer a Francia de aceptar la llegada de nuevos productos agropecuarios, sector fuertemente subsidiado y que no podría competir con sus pares sudamericanos. De este lado del charco saben que reducir los aranceles de productos europeos pondría en condiciones muy complejas a las golpeadas industrias, que verían bienes de marcas prestigiosas y calidad más alta entrar con un precio mucho más accesible. Los casos más claros son textiles, autopartes y otras manufacturas. Otro punto a considerar son aquellos bienes que cuentan con un nombre regional: pensemos en el salame milán, Champagne y otros tantos. Los productores de estos bienes en cuestión, que competirían con los productos argentinos y brasileños de la misma denominación, buscan que entren con otro nombre para evitar confusiones o falsa publicidad por no ser realmente bienes de la región en cuestión.

El Mercosur deberá aunar posiciones con sus otros miembros (Paraguay y Uruguay) pero que Argentina y Brasil muestren una postura común ya es un gran paso para ir a la mesa técnica. Del lado europeo las nuevas tarifas que se le aplicarían a sus bienes por parte de Estados Unidos, el Brexit y el salto de los emergentes asiáticos, dejan de capa caída a la Unión Europea que busca afianzar mercados para sus exportaciones. Otra clave son los acuerdos de inversiones: están contemplados dentro del acuerdo macro y facilitarían la entrada de capitales (más apuntado al caso brasileño).

Ahora resta ver qué logra definirse en Bruselas y si las definiciones de intención política alcanzan para empujar las negociaciones al punto de cerrar el acuerdo. Ambos bloques ven esto como una herramienta de desarrollo y crecimiento a la larga, estableciendo reglas de juego claras para la relación bilateral.

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