Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Los sueños en general y las pesadillas en particular han inspirado a múltiples autores literarios.

Algunas personas creen que los sueños ocultan mensajes, premoniciones, deseos y exhiben significados. Pero bien es sabido que cuando nos despertamos unas veces recordamos nítidamente lo soñado y otras en cambio solo tenemos la sensación de haberlo hecho sin retener porque lugares hemos andado y que aventuras hemos vivido.

Esas películas, por lo general mudas que transitan el blanco, el negro y algunos grises; juegan con nuestro cerebro y la información que almacenamos en él.

Dentro de los orígenes de la literatura el tema ha sido analizado desde la Biblia como “un don divino”.

En la tradición griega se considera a los sueños como muy importantes, tanto que tenían su propio dios, Hipnos, el responsable de atraer la inspiración a los seres humanos de la mano de su hijo Morfeo quien conducía la prosecución y el orden de estos. Allí aparecía el bien y el mal, el deterioro y la plenitud. Creían que hasta podían nacer así los más bellos poemas e historias.

Los hindúes y los sumerios también tenían sus propios dioses protectores del sueño.

Pero este tema retoma sus fuerzas dentro del siglo XIX acompañando al movimiento del romanticismo. Aquí la fascinación, la visión cercana al sopor, la exploración de lo que luego se daría en llamar el subconsciente alteran la consciencia llegando a desplegar la más absoluta fantasía.

Y como de sueños y vigilia hablamos es imposible no enfatizar en los poemas y textos de Jorge Luis Borges.

En el poema “El sueño”, el cual está incluido en su poemario publicado en 1964 se enuncia el tema del ensueño. Aquí Borges realiza profundas reflexiones filosóficas sobre el sueño y los tesoros que germinan en él.

Por medio de esta composición explora y comparte las diversas categorías de sueños (aquellos que se nos adelantan, aquellos que duelen, aquellos que provocan ilusión y su disfrute pleno).

Así nacen interrogaciones que entrelazan el papel del día y la noche, la realidad y el deslumbramiento.

Nada está resuelto definitivamente en el poema, todo invita a seguir leyendo sin obstaculizar la fantasía, la ficción y la perspicacia de crear reposando en sueños.

Continuamos viajando por el mapa de la simulación Borgeana y encontramos “Las ruinas circulares”, quien pertenece al libro “Ficciones” publicado en 1941.

Este cuento narra la historia de un hombre que tiene como fin soñar otro hombre. Para cumplir su propósito no solo alucina con un anfiteatro circular repleto de alumnos destinatarios de una clase sobre ciencia, sino que deberá vencer el insomnio; no sin antes esperar hasta la próxima noche de luna llena.

Su trabajo en medio de la ensoñación no quedará perfecto hasta que el modelo terminado posea todo lo necesario y sea magistral.

Este relato donde se unen lo racional y lo irracional, sin solución total o aparente, está repleto de lugares comunes pero acontecen hechos insólitos.

Ni el propio personaje atento y expectante, ese mago y hechicero sabe su nombre (“Si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder”) y crea sucesos imposibles (“Mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara”).

Los estudiosos de Universo Borgeano opinan que este cuento no cumple con las condiciones estrictas para ser un cuento fantástico. Pero sin duda esta narración participa del fenómeno sobrenatural rodeado de magia dentro de un templo en ruinas que aporta un aire sagrado y espiritual. Así su circularidad traspasa el principio y el fin, llega a la concepción no lineal de la realidad donde la evidencia no es tal, pero la creación de varios hombres puede llegar a ser infinita.

Un principio desmedido de aniquilamiento y génesis.

De esta forma la poesía y los cuentos nos acercan a la armonía y la cadencia del desorden. Un camino recorrido en varias direcciones, un absoluto y eterno avanzar y discurrir por y para la literatura.

“La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido” (Jorge Luis Borges. Nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 y falleció el 14 de junio de 1986 en Suiza).

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