Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Algunos escritores, como a veces lo hacen los cantantes famosos o los actores y las actrices del espectáculo, poseen una enumeración o nómina de requerimientos a la hora de comenzar con el proceso creador.

El escritor acumula diálogos, palabras, dudas y finalmente escribe. La construcción argumental llega si sus condiciones y condicionantes se cumplen al pie de la letra (muchos creían). Si no se estima que sus ideas pueden aparecer tenues, sesgadas, de a pedacitos.

Estas condiciones pueden llamarse manías o encuadrarse dentro de un rito a los ojos ajenos y se ve absurdo e irracional.

Charles Dickens nació en Portsmouth, Inglaterra en 1812. Tal vez sus obras más destacadas sean “Cuento de Navidad”, “Oliver Twist”, “Historia de dos ciudades” y “David Copperfield”; así cultivó el género literario de la novela.

Con la publicación por entregas de sus primeras obras logró crear una relación particular con sus lectores y se pronunció sobre los hechos  políticos y sociales de aquel momento, como ocurrió con “Oliver Twist”.

Fue uno de los mejores escritores de la época victoriana inglesa del siglo XIX pero su manía radicaba en sentarse a escribir perfectamente arreglado (desde su vestimenta hasta su cabello).

Era absolutamente obsesivo con el orden a la hora de inspirarse con las palabras.

Truman Capote el recordado padre del nuevo periodismo y creador de “A sangre fría” y “Desayuno en Tiffany’s” entre otros, solo podía crear en su cama. Decía que era un “escritor horizontal”. Además, escribía sus relatos tres veces (dos a mano y la última versión en su máquina de escribir).

Honoré de Balzac escritor francés y principal representante de la novela realista y el detallismo descriptivo, era muy afecto al café; bebida que consumía con fruición al momento de escribir. También el lugar del camino creativo debía reunir algunos requisitos indispensables como no tener relojes, ni ventanas para que así él no supiera el momento del día que era.

Virginia Woolf, Lewis Carroll y Hemingway no escribían detrás de un cómodo escritorio, sentados en una refinada silla o sillón; lo hacían de pie como aquel pintor que se inclina ante su lienzo. Sin duda eran personas muy activas.

Ricardo Eliecer Neftalí Basoalto, mundialmente conocido como Pablo Neruda escribía siempre con tinta verde.

Edgar Allan Poe el maestro del terror y fundador del género policial al parecer escribía en una perfecta letra manuscrita, pero las hojas no eran tan clásicas. Desarrollaba sus textos en tiras angostas que pegaba con lacre o cera. Creaba así incómodos rollos parecidos a pergaminos.

Agatha Christie, la escritora británica especialista en policiales se inspiraba sobre los entramados de sus historias en la bañera.

Stephen King, escritor estadounidense entendido en literatura de terror (aunque también realizó obras dentro del género fantástico y de la ciencia ficción) con los recordados “Carrie”, “El resplandor”, “It”, “Misery” entre otros (los cuales fueron llevados al cine) más que manía tenía una verdadera disciplina. Todos los días de la semana se levantaba a la misma hora (las 8:00 hs.) y no daba por finalizada su tarea hasta no haber escrito al menos dos mil palabras.

Gabriel García Márquez, el padre del realismo mágico y uno de los protagonistas del “boom latinoamericano” no concebía sentarse a crear sin tener encima de su escritorio cualquier tipo de flor pero de color amarillo. Siempre escribía descalzo y la habitación debía tener una temperatura cálida.

La llegada de la inspiración es caprichosa al igual que sus ritos y manías.

Silencio absoluto, aislamiento profundo, objetos totémicos, un horario especial del día, un baño de inmersión. Pareciera que todos participaban activamente de la ceremonia de la creatividad, del terror al momento de ver la hoja desierta, desnuda, blanca y querer colmarla de palabras que se enlazaban en una historia.

“Aislarse en el trabajo creativo es mejor que las críticas negativas que no hacen nada en absoluto”  Antón Chéjov (Médico y escritor ruso, nació en 1860 y murió en 1904). 

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