Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

“Cuanto más codiciado por el mercado mundial, mayor es la desgracia que un producto trae consigo al pueblo latinoamericano que, con su sacrificio, lo crea”. (Eduardo Galeano, Uruguay 1940-2015, “La venas abiertas de América Latina”).

Así como no solo de literatura vive el hombre, un día de estos leía una noticia más sobre como los productores se enfrentan a diario y por largos años a los herbicidas que no solo minan su salud y la de su familia, sino que llevan su espíritu al límite entre la vitalidad y la enfermedad de niños y adultos.

Sabidos son los efectos del glifosato (herbicida utilizado para los cultivos de semillas transgénicas) aunque las grandes compañías pretendan tapar, ocultar, disimular, atenuar sus consecuencias. Pero parece que no todo es impunidad en tal sentido, ya que hace pocos días se condenó a la multinacional Monsanto a pagar 290 millones de dólares al encargado de mantenimiento de un establecimiento que argumentó que contrajo cáncer a causa de la manipulación del glifosato. Bayer es la flamante propietaria de Monsanto y no solo deberá desembolsar ese monto sino que además sus acciones bajaron un 11% y su credibilidad mucho más. Mientras tanto en estas tierras latinoamericanas se sabe según opiniones de médicos de pueblos fumigados que “las poblaciones agrícolas de Argentina tienen en este momento tres veces más cáncer que las poblaciones de las ciudades y malformaciones al nacer” (Medardo Ávila, neonatólogo de la Red de Pueblos Fumigados).

Sin embargo en un país regido por las opiniones antagónicas, otros afirman que se cumplen todas las normas agrícolas vigentes y se realiza ecoterrorismo.

Así luego de tan holgado panorama podriamos preguntarnos qué lugar ocupa dentro de la literartura la ecología y el medio ambiente. Pues bien,es cierto que hay muchos y variados escritores ocupados y preocupados por el hábitat. Formar conciencia de nuestras malas acciones ante el planeta y sus consecuencias parece tener mayor peso dentro de la literatura infantil, centrados en los aspectos educativos, enfocados principalmente hacía los hábitos particulares y generales, desde lo más sencillo, particular y específico hacia lo general que compromete al mundo (nuestra casa, la escuela o el jardín,nuestro barrio,nuestra comunidad, etc.).

La naturaleza ha sido fuente de inspiración y admiración desde la Antigua Grecia, luego continuó con los expedicionarios que viajaron junto a Alejandro Magno y registraron apreciaciones de carácter naturalista. Esta admiración fue reemprendida en el siglo XIX y XX donde el amor, lo humano y la naturaleza encienden y recorren la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer y Víctor Hugo.

La novela histórica aparece con los viajes de Marco Polo, las Crónicas de Indias y las aventuras de naufragios. Aquí llega un clásico “Las aventuras de Robinson Crusoe” de Daniel Defoe (Su verdadero nombre era Daniel Foe, escritor, periodista inglés, 1660-1731) o “Los viajes de Gulliver” de Jonathan Swift (irlandés 1667-1745).

Más cercana en el tiempo aparece la temáticadel cambio climático, el equilibrio ambiental y el ecologismo de la mano de las siguientes novelas.

  • “El año del diluvio” de Margaret Atwood. En esta nueva distopía que comparte escenario con “El cuento de la criada” describe el estallido de una epidemia que casi logra exterminar a la humanidad. Los narradores son dos mujeres jóvenes (Toby y Ren) miembros de una secta religiosa (Los jardineros de Dios), que cuentan su cotidiano sobrevivir al desastre pretendiendo iniciar una nueva vida. Atwood plasma el dolor de un mundo que ha dejado de lado la humanidad en su conjunto para crear nuevas especies en nombre del progreso científico y tecnológico que no solo altera el medio ambiente sino que se autodestruye. Así la industria farmaceútica, el poder político y económico hacen caso omiso a lo que dictan las sabias leyes ecológicas. No busquemos aquí una historia alegre o divertida, pero sí comprometida, inteligente e irónica.
  • “El hombre que plantaba árboles” de Jean Giono. Este escritor francés deja con su obra un mensaje de esfuerzo y constancia, marcando que en verdad una sola, pequeña y sencilla acción pude cambiar el mundo. Elzéard, un pastor, dedica su vida a plantar árboles en una región desértica de la Provenza. Su labor es desinteresada ya que los terrenos no le pertenecen y silenciosa ya que nadie conoce su trabajo excepto el narrador que pasa por allí casualmente. Así, de a poco y con gran paciencia nace una foresta donde no la había. La vida regresa y con ello nuevos habitantes.

En principio este libro fue encargado por una editorial estadounidense pero fue rechazado porque consideraron la historia poco creíble. Pero Giono decidió publicarlo en una revista con total libertad para imprimirlo sin tener que retribuirle por esto. Liberó así,su propio libro a la mayor cantidad de lectores posibles, un acto de generosidad que logró que el texto se volviera un ícono de los temas medioambientales.

  • “El rebaño ciego” de Johen Brunner. La novela nos habla de trasgénicos, de la contaminación de las aguas, de residuos, de grupos de ecologistas que presionan sin demasiado éxito, de la vida cotidiana atravesada por la polución, de la tecnología aplicada a las necesidades de una sociedad consumista, de las frecuentes malformaciones genéticas a causa de los desastres ambientales permanentes. Muestra que la contaminación ya ha hecho lo suyo, ya se necesita una máscara para sobrevivir, los niños mueren y el agua es tóxica, solo los pobres beben de ella, las acciones del gobierno son inútiles. Austin Train, un ecologista y los Trainitas (activistas medioambientales y terroristas por desesperación) quieren cambiar la situación. Así se desata una persecución política para que ellos queden tras las rejas. Alguien deberá ceder.
  • “Senderos de libertad” de Javier Moro. Este escritor español cuenta la vida de Chico Mendes (Francisco Alves Mendes Filho,1944-1988. Fue internacionalmente conocido por su lucha en defensa de la Amazonia y por impulsar la “Alianza de los Pueblos de la Selva”. Fundó un sindicato de recolectores de caucho y conductores de camiones en su intento por preservar sus trabajos y la selva tropical al mismo tiempo. Fue asesinado el 22 de noviembre de 1988). Así el autor recorrió miles de kilómetros durante tres años para entrevistar a los líderes populares, a los terratenientes acusados de tener esclavos, a los habitantes autóctonos de la Amazonia, a los buscadores de oro y a los científicos temerosos de dar a conocer sus comprobaciones. “Senderos de libertad” arranca en la zona más seca de Brasil en 1942, donde la Segunda Guerra Mundial hace que a causa de la ocupación japonesa al Sudeste asiático, se reactive la explotación de caucho en Sudamérica.

“Un hecho que nadie había previsto acabaría siendo el factor esencial del caos y de las convulsiones sociales y medioambientales que acompañaría a este último intento de conquistar la selva.Las carreteras que se proponían cuadricular la selva estaban concebidas para cruzar inmensos espacios vacíos, pero la verdad  es que la selva no estaba vacía.Había gente:xeringueiros, ribeirinhos, recolectores de fruta, indios, caboclos. Gente que vivía en la selva y de la selva y que por tanto la cuidaba…” (“Senderos de libertad” primera publicación en nuestro país en1992).

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